Völkerwanderung, la Invasión Bárbara, y el Fin del Imperio Romano de Occidente

Invasiones Bárbaras
                                                      Hunos hacia Occidente

Völkerwanderung, ‘la invasión bárbara’, en lengua germánica, se inicia en el año 376 cuando los godos cruzan el Danubio ante el empuje de los hunos en su avance desde la región del Volga hacia Occidente. Un periodo de grandes migraciones, que hicieron tambalearse al Imperio Romano, que ya venía sufriendo cambios profundos, en el tránsito de la Tardoantigüedad a la Alta Edad Media. Sin embargo, no fueron los hunos los únicos responsables de tal desplazamiento.     

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Casco importado de los talleres romanos de Oriente

Desde la época de Tácito la población germana había crecido considerablemente, y las pequeñas tribus terminaron por unirse en grandes grupos liderados por jefes reconocidos por todos.

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Tácito, busto

En segundo lugar, el descenso de la población romana llevó al abandono de las tierras de cultivo, lo que sin duda constituyó un auténtico reclamo para las tribus asentadas al otro lado del limes, la frontera.

La tercera razón, y la más importante, es que las tribus bárbaras no se presentaron como enemigas del Imperio, sino como foederati, lo que les permitió establecerse dentro de sus fronteras con todas las de la ley.

Armados y organizados, se las arreglaron para elegir emperadores títere y delimitar sus propios reinos. Así es como empezó a fragmentarse el Imperio de Occidente.

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                                             Tribus Germanas

Por el contrario, gracias a la ayuda que los isaurios prestaron a los emperadores de Oriente, el Imperio allí se prolongó durante siglos tras la caída del de Occidente. Esta tribu, de carácter guerrero, habitaba la región del Taurus, cadena montañosa entre Pisidia y Cilicia, de fértiles tierras, que en la actualidad se corresponde con la provincia de Antalya, en el suroeste de Turquía.

Los romanos se encontraron con ellos por vez primera a inicios del siglo I a. C., y para el año 76 a. C., aproximadamente, ya los habían sometido, aunque sin conseguir que abandonaran sus costumbres tribales fuertemente arraigadas, un azote en todas las provincias de Asia Menor. Así les describe Amiano Marcelino, el gran historiador romano del siglo IV d. C., cronista de la desintegración del Imperio.

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                                Constantino, efigie sobre moneda

Constantino, soldado britano, es proclamado emperador en el año 407, estableciéndose en la Galia. En 409, uno de sus generales en Hispania, Geroncio, se rebela contra él, aumentando sus efectivos al animar a los vándalos y a sus aliados a cruzar los Pirineos. En una nueva oleada, francos, burgundios y alamanos ocuparán la orilla oeste del Rin.

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Honorio, efigie sobre moneda

Constancio, nuevo jefe a las órdenes de Honorio, llegó a la Galia para defender su causa. Constantino y Geroncio fueron derrotados; más tarde, Constancio cargó contra francos, alamanos y burgundios, quienes, en un intento de legalizar su dominio en la Galia, habían elegido a Jovino como emperador.

Constancio, que tenía como meta casarse con Gala Placidia, hija del emperador Teodosio I, para asegurarse así su acceso al trono, ya que Honorio no había tenido descendencia, montó en cólera al saber que Ataúlfo, sucesor de Alarico en 410, había partido desde Italia hacia la Galia llevando con él a Placidia.

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                         Constancio, efigie sobre moneda

Salió en busca de Ataúlfo, que había tomado Toulouse, ocupado Narbona, aunque fracasado en su intento de tomar Marsella, defendida por las tropas de Bonifacio, que llegaría a ser conde de África.

                       Ataúlfo

En 414, Ataúlfo y Placidia se unieron en matrimonio. En represalia, Constancio ordenó a su flota bloquear los puertos de la Galia para dejar sin suministro desde África a Ataúlfo y a los suyos.

El matrimonio huyó a Hispania, en donde nació su hijo Teodosio, que fallecería poco tiempo después. Al año siguiente, ya en 415, Walia, uno de los jefes de Ataúlfo, lo asesinó y se aupó al trono.

La paz con Constancio llegó en 416, tras el fracaso de Walia en su intento de saltar a África para garantizar víveres a su ejército, intento que se saldó con el naufragio de su flota en pleno temporal.

Por el acuerdo al que llegaron, Walia entregaba a Placidia a cambio de 600.000 medidas de cereal de trigo, y se comprometía a liberar Hispania de suevos, vándalos y alanos.

Un año más tarde, y en contra de la voluntad de ella, Constancio y Placidia se casaron, él fue nombrado Augusto, y de su unión nacerían Honoria y Valentiniano.

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Gala Placidia y su hijo Valentiniano, grabado

La victoria de Walia sobre los vándalos y sus partidarios, a los que confinó en lo que hoy es Galicia, permitió a los suyos ocupar Toulouse y asentarse en Aquitania. Era la primera vez que el Imperio permitía a un pueblo teutón, con su propio rey, establecerse dentro de su territorio.

Castino sucede a Constancio tras su muerte en 421, como jefe de las tropas. Las desavenencias entre Honorio y Placidia origina dos corrientes en Italia: por un lado, los partidarios de Honorio y de los romanos, con Castino al frente; por el otro, los que estaban a favor de Placidia y de los bárbaros, encabezados por Bonifacio.

Teodorico I, sucesor de Walia, no tuvo más remedio que enviar a Castino un contingente de tropas para luchar contra los vándalos, en virtud de los acuerdos firmados con Constancio.

En el fragor de la lucha, los soldados de Teodorico cambiaron de bando sorpresivamente, cayendo sobre la retaguardia romana, venciéndoles.

Bonifacio, desde África, se rebeló contra Honorio y Placidia, los hijos de ésta fueron llevados a la corte de Teodosio II (408 – 450) en Constantinopla, en donde les cogió la muerte de Honorio en 423. Valentiniano, el hijo varón contaba con tan sólo cuatro años de edad, por lo que Placidia se convirtió en la regente del reino.

Tras retornar a Italia en 424, el niño sería proclamado emperador bajo el nombre de Valentiniano II (425 – 455).

En tales circunstancias va a surgir una figura que cobrará gran relevancia en su momento, la de Aecio, un romano nacido en Silistra, ciudad portuaria a la orilla del Danubio, en Bulgaria, cuya historia se remonta al año 29 cuando los romanos construyeron una fortaleza sobre un antiguo asentamiento celta. Importante centro militar, Silistra se desarrolló como ciudad en tiempos de Marco Aurelio. Aecio fue hecho rehén por Alarico y los hunos, que formaban el grueso del ejército imperial en 423, pues por entonces, no se reclutaba a germanos.

Tras la proclamación de Valentiniano, Aecio fue ascendido a comes (conde), y se le asignó el mando de la Galia.

En 425, cargó contra Teodorico, obligándole a levantar el cerco sobre Arlés, en el Ródano, y a garantizar la soberanía de las provincias asignadas a Walia.

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                     Genserico y su corte, grabado

Por su parte, Genserico, al frente de los vándalos, parte desde Hispania hacia África en 428 con la excusa de los levantamientos de los moros. Un año más tarde, 80.000 personas cruzarían el Estrecho desde Tarifa, llamada por entonces Julia Traducta, protagonizando innumerables correrías en suelo africano.

Para poder garantizarse el suministro de trigo ante esta nueva amenaza, los romanos llegaron a un acuerdo con Bonifacio, que fue vencido por los vándalos, que ocuparon Hipona en 437. Placidia le llamó a Italia como contrapunto a Aecio, que mientras tanto había recuperado la Galia, que estaba en manos de los francos.

Aecio saldría derrotado en Rávena, para refugiarse en la corte del rey huno Rugila, corte que conocía muy bien, y Bonifacio no tuvo mucho tiempo para disfrutar de la victoria al morir poco después, siendo sustituido por Sebastián, su cuñado.

Aecio regresará a Italia en 433, para obligar a Placidia a destituir a Sebastián y a restituirle a él, nombrándole patricius, cargo que en tiempos del cronista Amiano Marcelino se consideraba como el de Guardián del Estado. Aecio gobernó Occidente hasta su muerte en 454.

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                       Guerreros Visigodos

Entre sus logros podemos destacar el acuerdo de paz que suscribió con los vándalos al ceder Mauritania y parte de Numidia a Genserico. Cargó, también, contra burgundios y baguados, éstos últimos constituían una facción rebelde de campesinos y esclavos.

Por último, rechazó a los visigodos en Narbona.

La paz alcanzada con los godos y el asentamiento de alanos cerca de Orleans, para guardar el Valle del Loira, pusieron fin a sus campañas en 442.

Esta paz, en cierto modo, aparente, no pudo impedir los ataques de los vándalos a lo largo y ancho del Mediterráneo central y occidental: en 439 cae Cartago, en donde establecen su principal base naval, y en 440 asolan Sicilia, por lo que Teodosio envió a su flota para defender la plaza.

Genserico, como gran diplomático que era, aprovechó la oportunidad que se la presentaba, e indujo a los hunos a atacar el Imperio Oriental desde el Danubio, así, obligaba a Teodosio a reclamar la presencia de sus naves ante la amenaza que llegaba desde el Norte, y podía atacar el Imperio Occidental sin levantar ampollas en la zona Oriental.

Aunque el territorio de la Galia se había recuperado, su población estaba constituida por una amalgama de tribus bárbaras. Por el contrario, África y Britania se habían perdido, quedando definitivamente desgajadas del Imperio.

En Hispania, los suevos, con su admirado rey Rechila al frente, tomaron Mérida y Sevilla en 439 y 441, respectivamente, para conquistar más tarde la Bética y Cartago. El único territorio que los romanos conservarían en Hispania sería el que actualmente ocupa Cataluña, en la provincia Tarraconense.

                                                           Hispania en el siglo V

A toda esta pérdida de territorios había que añadir la concesión de la Diócesis de Iliria, en el Adriático, que fue entregada en parte al Imperio Oriental, y en parte a los hunos.

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                             Iliria, Illyricum, en el mapa de las Diócesis Romanas

 

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