Castilla significa ‘tierra de castillos, de fortalezas’, sus paisajes están sembrados de ellos. Su origen se remonta a los ‘castra’ o castros, las fortificaciones de la antigua Iberia, la Hispania prerromana, que siglos más tarde evolucionarían a ‘castella’ o castillos, y que se convirtieron en centros de poder y de dinamización de la vida de nuestra España Medieval.
Todos tienen su historia, muchos, además, sus leyendas, como testigos inermes y silentes de tantos y tantos acontecimientos que se vivieron tras sus muros y de los que quedaron impregnados para siempre. San Servando es una de esas fortalezas que aúnan ambos mundos, y hoy queremos traeros su historia.
HISTORIA Y ANTECEDENTES DE SAN SERVANDO
El Castillo de San Servando es una fortaleza toledana cuya construcción se remonta hacia el año 1380 por orden del obispo Pedro Tenorio, personaje de vida y obra singular quien, a caballo entre las cortes lusitana y castellana, llegó a convertirse en una figura relevante de la Iglesia de su tiempo, la de los últimos treinta años del siglo XIV.
Nacido en el seno de una familia noble de Toledo en 1328, Pedro Tenorio adquirirá una sólida formación canónica. Era por entonces la ciudad de Toro, en la actual provincia de Zamora, una de las más prósperas del Reino de León, gracias a su producción de vino, hasta el punto de que se atribuye al rey leonés Alfonso IX la frase “tengo un Toro que me da vino y un León que me lo bebe“. Es allí en donde Tenorio inicia una carrera brillante cuando le nombran Arcediano, o eclesiástico encargado de los archivos catedralicios. Más tarde, tras la muerte del arzobispo toledano Gómez Manrique en 1375, accederá al Primado de las Españas, un título honorífico concedido al Arzobispado de Braga por ser la diócesis más antigua de Portugal, que otras diócesis como las de Toledo y Tarragona también se disputarían.
Durante la guerra civil acontecida en Castilla entre Pedro I y el futuro rey Enrique II, Tenorio se declara abiertamente trastamarista, al tiempo que va a mantener una colaboración estrecha con Juan I y con Enrique III, especialmente, de quien fue regente durante su minoría de edad.
Su papel en los procesos de reforma religiosa auspiciados por la Corona de Castilla fue determinante, así como en los acontecimientos del Cisma de Occidente.
En Toledo, ordenó la construcción de los Puentes de San Martín y del Arzobispo e impulsó el Claustro de la Catedral, que sería levantado en su costado norte, donde se ubicaba el conocido Mercado de la Judería. Un edificio de estilo gótico para el que se recurrió a la utilización de bóvedas de crucería que en su clave presentan el escudo del arzobispo, a fin de cubrir sus cuatro alas.
El claustro se compone de dos capillas, la de San Pedro y la de San Blas. La orden de construir ésta la dio Tenorio en persona, pues era su voluntad ser enterrado en ella, y se encuentra ubicada al fondo del claustro.
Localizada en la ciudad de Toledo, aunque separada de la ciudad por las aguas del Tajo, la fortaleza de San Servando se construyó sobre los restos de un antiguo castillo musulmán de mayores dimensiones, del que permanecen sus cimientos. Fue éste levantado sobre una iglesia visigoda que se remonta, a su vez, a una fortaleza romana, tal y como testimonian los restos de argamasa localizados en la subida al castillo, restos que más tarde se transformarían en la calzada a Oretum, – según las fuentes, provincia romana que abarcaba desde el Norte hacia el Sur, más allá de Sierra Morena, y que se extendía hasta el final de la Bética -, calzada que se convertiría tiempo después en el camino desde Toledo a la Córdoba musulmana.
Tales restos de argamasa evidenciaron la existencia de una fortaleza diseñada como cabeza de puente en Alcántara con la finalidad de controlar el margen izquierdo del río y de poder defender la ciudad de Toledo.
Propiedad de los reyes, la fortaleza de San Servando sucumbió al abandono cuando dejó de utilizarse con fines militares, degradándose paulatinamente hasta que el muro que miraba hacia Toledo se derrumbó, al tiempo que parte del interior del castillo se hundía, también.
Ya en 1857, en pleno siglo XIX, San Servando es reutilizado como depósito de pólvora, y se pone a la venta por 3.000 pesetas en 1873, operación que no se haría finalmente efectiva porque, al año siguiente, sería entregado a la Comisión de Monumentos, que inició ligeras excavaciones, alquilándolo como corral para obtener fondos, y declarándolo Monumento Nacional por Orden fechada el 26 de Agosto de 1874.
La fortaleza musulmana sobre la que se asienta, de torres rectangulares, era, como ya hemos apuntado, de mayor tamaño, y sus cimientos eran visibles hasta no hace muchos años, antes de ser cubiertos con tierra.
Para su construcción se empleó aparejo con piedras y cantos negros entre la argamasa, a modo de la escoria utilizada en los edificios musulmanes. Su estructura responde a un diseño de planta rectangular, con torres cilíndricas y huecas en tres de sus esquinas, y otra, intermedia en la cara Sur, y que salvaguarda un pequeño postigo. La puerta principal, que se abre hacia la ciudad, lo hace desde una especie de torre albarrana.
Torre albarrana es aquélla que forma parte de un recinto fortificado con el que se comunica, aunque, por regla general, se alza exenta de la muralla, a la que se une mediante un pequeño puente o arco, que, en el caso de que la torre cayese en manos de los asaltantes, podría ser destruida sin dificultad. Igualmente, servía de atalaya y como punto defensivo ante el enemigo que venía a asaltar la muralla.
El ejemplo más conocido es el de la Torre del Oro en Sevilla, junto a otras como la de la Malmuerta, en Córdoba, o la del Espantapájaros, en Badajoz. Es en Talavera de la Reina, sin embargo, donde encontramos mayor número de torres albarranas.
Tras la torre albarrana encontramos la torre del homenaje, de planta curvilínea en su exterior, y cuyas grandes dimensiones sobresalen del conjunto. Lleva tres matacanes, o plataformas defensivas construidas en lo alto de torres o murallas, que presentan orificios para divisar al enemigo y para lanzarle piedras, proyectiles y aceite o agua hirviendo. En San Servando, los matacanes se repiten en la torre Sureste, y la del homenaje está coronada por almenas sin saledizo, a plomo sobre los muros y con adarve interior.
Un adarve o camino de ronda (del árabe «ad-darb» o, según otras fuentes, «adz-dzir-we», traducido como «muro de fortaleza»), era un pasillo estrecho situado sobre una muralla, protegido al exterior por un parapeto almenado, que permitía tanto hacer la ronda a los centinelas como la colocación de los soldados en los puntos defensivos, a la vez que comunicaba las defensas en vertical. Podía ser cubierto o volado, situándose entre las dos torres que defendían la puerta principal del castillo. Fue muy utilizado en las fortificaciones de la Edad Media.
El conjunto se remata con ventanas, que en los matacanes de las torres son a base de ladrillo con perfil polilobulado, y en los muros presentan dintel ornamentado mediante ladrillos en esquina.
En la parte superior de los muros de defensa hay aspilleras – ranuras verticales para disparar con ballesta y arco -, y troneras en la parte inferior. Si bien se ha perdido el antemuro y el foso, con las reformas de 1945 se añadió una nueva torre y se abrió una puerta nueva hacia la carretera de acceso, siendo actualmente la Junta de Comunidades de Castilla – La Mancha quien se encarga de su conservación.
LA LEYENDA DEL FANTASMA DEL CASTILLO DE SAN SERVANDO
No son pocos los que afirman que “algo” han visto o sentido en el Castillo de San Servando. Esta leyenda ya viene de tiempo atrás, como podemos observar en el texto narrado en 1923 en la revista Toledo. La fortaleza, a la que se accede atravesando el Puente de Alcántara, ofrece unas maravillosas vistas del Alcázar y de la ciudad… Pero, ¿estáis seguros de querer ir hasta allí cuando se oculte el Sol? Leed antes esta leyenda…
Varios doblones incrementaban el peso de la escarcela del soldado Don Lorenzo de Cañada, tipo alto, moreno, de abundante melena ocultada en parte por un chambergo oscuro, ancho de alas y tocado con un cintillo de esmeralda y una gran pluma amaranto. Entre delgado y recio, de ojos vivos y penetrantes, paseó sus fanfarronerías por tierras de Italia y de Flandes, encontrándose ahora en la toledana Zocodover mirando cómo ganapanes y cicateruelos hacían de las suyas intentando escurrir el bulto ante la autoridad que intentaba vigilar cuanto pasaba entre el numeroso gentío que discurría por tan conocida plaza.
Llegada la hora del toque de queda, los grandes portones de murallas y puentes echaron sus cerrojos, no sin cuidado de dejar a algún vecino afuera, pues tan recias defensas no se levantaban hasta la próxima mañana.
Ya avanzada la noche, los vigías del Puente de Alcántara informaron de movimientos de antorchas en las almenas del Castillo de San Servando, escuchándose voces en el silencio de la noche. Pocos minutos después, los del castillo avisaron a la guardia del puente pidiendo auxilio y el capitán de ésta, que era Don Lorenzo de Cañada, mandó al sargento de guardia junto con diez de los que tenían fama de valientes para enterarse de lo allí acaecido.
A la vuelta del retén, y recibiendo informe de su sargento, partió de inmediato hacia la Puerta de Doce Cantos, dándose a conocer a la guardia y accediendo al Alcázar, morada del Alcaide Don Ferrán Cid, que recibió al capitán a pesar de lo avanzado de la hora:
- ¿Decís que el muerto es?
- El Alférez Valdivia
- ¿Y cómo se explica el suceso?
- No se sabe… Todo es tan raro
- ¿Habéis comprobado las cuevas del Castillo?
- Todo ha sido minuciosamente registrado por los soldados
- ¿Qué heridas presenta el fallecido?
- Una sola, y en el corazón
Tras este breve interrogatorio, convinieron quedar al día siguiente para investigar con más detenimiento el suceso.
Suceso el de aquella noche en el castillo que corrió de boca en boca por la ciudad. El Alcaide, tras interrogar a guardias del castillo y no obtener solución alguna a la muerte del Alférez, decidió doblar el número de guardianes. Nombró al joven Don Diego de Ayala como jefe de la guardia por su gran renombre y valentía.
Esa misma tarde, el joven tomó el mando del castillo, doblando las guardias. Transcurrieron las primeras horas de la noche sin ningún hecho que destacar, pero a eso de las doce, hora de aquelarres y pactos demoníacos, tuvo necesidad Don Diego de bajar al patio, haciéndolo por la escalera del torreón Este pero, cuando estaba a mitad de camino, la vela que portaba en la mano repentinamente se apagó y, sintiendo una fría mano que agarraba con fuerza su cuello, percibió como si una dura hoja le atravesara el pecho y, exhalando un grito de dolor, se desplomó inerte sobre las escaleras.
Una vez descubierto el cadáver, los soldados buscaron de nuevo por todo el castillo, las cuevas, el paraje cercano, de forma infructuosa… El terror iba en aumento entre todo hombre que habitaba el castillo.
En los días siguientes, reunidos de nuevo los capitanes en el Alcázar, decidieron abandonar la defensa del castillo y repartir la guardia por las murallas de la ciudad.
Durante días, el castillo de San Servando, oscuro, abandonado, fue observado por cientos de ojos temerosos, iluminados por antorchas desde las murallas que daban al Tajo.
Pasaron varias semanas y cuando ya se estaba olvidando las muertes acaecidas, un nuevo rumor vino a turbar la tranquilidad de la ciudad. Algunos guardias de la muralla afirmaban que una sombra aparecía en el torreón Norte todas las noches, asemejándose a un descomunal guerrero cuya armadura lanzaba resplandores azules y verdosos.
Nadie se atrevía a pasar cerca del castillo, incluso durante el día pocas eran las gentes que querían acercarse a las murallas que ocultaban tan terrible misterio. Todos conocían ya que un fantasma habitaba en el castillo de San Servando.
Pasó el tiempo y muchos echaban en falta al capitán Don Lorenzo de Cañada. Ya no se le veía por Zocodover, y la mayoría pensaba que había huido de la ciudad por miedo a tener que cumplir el deber de entrar en el castillo y enfrentarse al ser que habitaba en su interior.
¿Dónde estuvo esa semana en la que faltó a su acostumbrado paseo?
Nadie lo supo, más es cierto que una noche en la que el viento soplaba con intensidad y la lluvia caía sobre las piedras de la muralla, Don Lorenzo mandó abrir la Puerta de Alcántara y, tomando una antorcha y su espada, partió decido a enfrentarse al fantasma, buscando acabar de una vez por todas con el misterio que tenía a sus tropas amedrentadas.
Llegó a la puerta Oeste, que mira a la ciudad, encontrándola cerrada. Esperó largo rato en la puerta, dando al final dos golpes en la madera rudos y secos que resonaron en el interior del castillo con ecos misteriosos y fúnebres. En el mismo instante de finalizar el eco del segundo toque, la puerta se abrió sin que mano alguna ayudara a su movimiento.
Con su acero toledano desnudo y precediendo a su figura penetró en el castillo, llegando al patio, no sin antes hacer la señal de la Cruz, como correspondía a un Capitán de Su Majestad Don Felipe II el Prudente…
Cuentan que el fantasma del Castillo de San Servando no ha vuelto a verse en las almenas desde que Don Lorenzo entró sólo en el patio, capa al brazo y con hoja toledana abriendo camino. ¿Quién era el fantasma del Castillo? Sólo Don Lorenzo lo supo y nadie más consiguió extraerle esta información, a la que el capitán respondía con una leve sonrisa cuando algún pilluelo o soldado le interrogaba sobre tan maligna presencia.
Según la leyenda, el fantasma desapareció merced al arrojo de nuestro héroe… Pero, en la actualidad, ¿alguien se ha interesado por lo que residentes y trabajadores del Castillo han sentido en numerosas ocasiones?
¿Quién será el nuevo Capitán que haga frente a la “presencia”, que de nuevo se ha dejado ver allí, para que descanse unos cientos de años más?
AGRADECIMIENTO, aNOTAciones y enlaces de interes
- Gracias a D. Juan Luis Alonso, de Leyendas de Toledo, por habernos dado a conocer la leyenda del castillo y facilitado su transcripción tal y como aparece en su página
- Vicente Mena escribió esta leyenda el 20 de diciembre de 1923 en la revista Toledo, número 191. También podéis leer versiones en el libro “La vuelta a Toledo en 80 Leyendas” de Javier Mateo y Luis Rodríguez Bausá, y en la antología de Luis Moreno Nieto
- En el blog Toledo Olvidado podéis consultar un interesante artículo sobre el Castillo de San Servando, con una gran selección de fotografías tomadas desde el siglo XIX en adelante y que nos muestran el pasado de la fortaleza y su evolución. Además, nos ofrecen el texto de la íntegro de la leyenda del castillo
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