Black Friday para el Proyecto Común Europeo: El Adiós Británico a la UE

                                                                              Brexit

Este 24 de Junio pasará, sin duda, a los anales históricos como una fecha realmente clave en la Historia reciente de Europa. A las cuatro de la madrugada, hora británica, hemos conocido el resultado del denominado Brexit, el referéndum convocado por el Primer Ministro, David Cameron, para la permanencia o no del Reunido Unido en la Unión Europea, que ha arrojado casi un 53% de votos a favor de su salida.

Las consecuencias no se han hecho esperar, fuertes caídas en la mayoría de las bolsas europeas, a excepción de la de Londres, preocupación institucional, incertidumbre en el mercado laboral, toda una cadena de consecuencias que los medios ya se han lanzado a intentar explicar, incidiendo en sus efectos, pero evitando, al parecer, plantearse cuestiones como ¿Por qué se ha llegado a esta situación? o ¿Cuáles son los antecedentes de un fenómeno que podría provocar un efecto dominó en el seno de la Unión? La respuesta a tales preguntas es lo que pretendemos exponer en las siguientes líneas.

Brexit
                                                                   Unión Europea

Pero demos antes un pequeño repaso a cómo se sentaron las bases de la Unión, desde las primeras ideas europeístas o, mejor dicho, paneuropeístas, hasta el momento que nos ocupa.

La primera aproximación a las tesis europeístas fueron planteadas en el periodo de entreguerras por Richard Nikolaus Coudenhove – Kalergi, un político de origen austro – húngaro posicionado en el movimiento pacifista y de superación del nacionalismo. Obsesionado con el avance del Comunismo, fundó en 1922 la Unión Paneuropea, desde la que alentaría a los poderes económicos y a la élite intelectual a proponer opciones que lo frenaran, sobre la base de postulados cristianos y conservadores.

En 1923, publica “Pan – Europa”, obra en la que advierte de la pérdida de hegemonía europea frente a Estados Unidos, Japón, Rusia y el Reino Unido, y de la necesidad, en su opinión, de abandonar la “anarquía europea” para abrazar la “concepción paneuropea”.

Brexit
                    Coudenhove – Kalergi

El modelo Coudenhove – Kalergi contemplaba una Europa Federada, que funcionaría con dos Cámaras, una, elegida por los ciudadanos de la Unión, y otra, formada por los representantes de cada uno de los socios comunitarios. Y que descansaría en tres pilares fundamentales: la Conferencia Continental, para arbitrar en la resolución de conflictos, la Unión Aduanera y la Ciudadanía Común. Un modelo global y liberal, que en teoría permitía cotas de soberanía a cada uno de los Estados, ya que todas esas propuestas nunca serían llevadas a la práctica.

No fue hasta 1946 cuando la iniciativa europeísta volvería por sus fueros, tras el discurso pronunciado por Winston Churchill en la Universidad de Zürich.

Pero ese nuevo intento iba a enfrentar a detractores y partidarios, e incluso entre estos últimos, existía el desacuerdo, viendo cómo la línea de actuación a seguir se escindía en dos vías de integración, la primera, funcionalista, también llamada unionista o comunitaria; la segunda, federalista, también llamada institucionalista.

Los partidarios de la opción funcionalista, como Churchill, abogaban por agrupar a los Estados por áreas de gestión para desarrollar políticas específicas, y por ceder la menor cantidad posible de soberanía de los mismos a un organismo gubernamental paneuropeo.

Los federalistas, por su parte, apostaban por una rápida cesión de soberanía, de competencias de gestión y de representación de cada uno de los Estados, en beneficio de una Federación de Pueblos Europeos controlada por una institución supranacional.

El principio de acuerdo entre ambas facciones llegaría con el Congreso de la Haya, en 1948, un consenso firmado por políticos, intelectuales y empresarios, que conduciría a la Declaración Schuman, presentada el 9 de Mayo de 1950, el Día de Europa, que optaba más por la vía funcionalista. Los británicos rechazaron su adhesión, por lo que el proceso de integración pasaría por la creación de una entente franco – germana, que sometería la producción de acero y de carbón de ambos países a una autoridad común. En 1951, con el apoyo de Italia y del Benelux (Belgica, Holanda y Luxemburgo), se firmaba el Tratado Fundacional de la CECA, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Había nacido, así, la llamada Europa de los Seis. El Tratado de Adhesión de Reino Unido se cerraría, finalmente, en 1972, y su incorporación de facto, se produciría al año siguiente, en 1973.

                                                               Ciudad de Maastricht

El camino hasta Maastricht, hasta la actual Europa de los 28, ha sido arduo y laborioso, plagado de tratados diferentes, Roma, Niza, Lisboa. Pero lo fundamental es que Maastricht, firmado en 1992, ha supuesto en la práctica la aceptación, en parte, de las tesis federalistas, lo que en un primer momento se había intentado evitar.

Nos preguntábamos al inicio de este artículo qué razones habrían llevado a los británicos a votar por el Brexit, tras cuyos resultados el futuro de la Unión se presenta, cuanto menos, incierto.

En el pasado, sus desavenencias con los socios europeos fueron numerosas, especialmente a cuenta de la PAC, la Política Agraria Común, que intentó modernizar el sector pero que, al mismo tiempo, acabó con muchas pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas y, sobre todo, con un modo de vida tradicional, obligando a costear enormes indemnizaciones para acometer su reconversión. La PAC fue fuertemente contestada por el gabinete Thatcher, que tras calificarla de inoperante y de tremendo despilfarro, exigió la devolución de sus aportaciones, provocando la llamada “Crisis del Cheque Británico”, bajo el lema “I want my money back”, “Que me devuelvan mi dinero”.

Brexit

Una vez implantado el Euro, la moneda común, no quisieron prescindir de la Libra, y rehusaron formar parte de la Unión Monetaria.

Lo sucedido hoy pone en cuestión la supervivencia, no sólo de la Unión Europea, como tal, sino del propio Reino Unido, también. En lo que a éste respecta, los resultados no dejan lugar a dudas. Escocia, que no ha renunciado del todo a sus aspiraciones soberanistas, es partidaria de seguir en la Unión, al igual que Irlanda del Norte. Ambas podrían poner en marcha nuevos referéndums de autodeterminación. Inglaterra y Gales si han votado en contra de la permanencia. Pero las consecuencias para todos ellos se aventuran impredecibles.

¿Y en cuanto al resto de Europa? Preguntándose si se producirá un efecto dominó que algunos aventuran ya como inevitable. En mi opinión, Europa está tan absorta en si misma que parece no ser consciente del hartazgo generalizado de la población. Las consultas electorales en los diferentes Estados de la Unión para ratificar el Tratado de Lisboa (de modificación de los Tratados de la Unión y de las Comunidades Europeas), que empezaron en 2006, dieron el No en Francia y en Holanda, en primera instancia. Irlanda votaría No en 2008. Los ciudadanos europeos no sólo soportamos la casta política de nuestros propios países, sino, además, aquélla que desde Bruselas ha transformado a Europa en un cementerio regulatorio, que lo tiene todo intervenido, y que no gobierna por el interés general de sus compatriotas, sino por el suyo propio. Muchos son los ejemplos que podríamos citar de sus pésimas actuaciones.

En materia económica, antes del estallido de la crisis de 2007, mientras que China crecía económicamente al 10% anual, Europa, la vieja Europa, lo hacía sólo al 1%. La Unión Monetaria y la implantación del Euro debía haber sido el colofón a una Unión Financiera que no llegó a producirse, y cuyas consecuencias estamos pagando ahora. La desastrosa política de rescates hacia países como Grecia, que se explica por la cantidad de activos que bancos franceses y alemanes tenían allí depositados, es decir, por su propio interés, y no por otras razones, levantó ampollas en los socios escandinavos, como Finlandia, que aducían y no exentos de razón, que el país heleno ni siquiera debía haber sido admitido como Estado miembro dadas las condiciones de su economía. Los criterios de convergencia de Maastricht fueron suavizados para que países como Alemania, que a diferencia de España, no los cumplía, pudieran acceder a la moneda única.

Pero la Economía no lo es todo. En cuestiones de seguridad y defensa, se ha renunciado al control de las fronteras, especialmente las del Sur, y la política migratoria sigue resultando un auténtico desastre, un tema que los británicos han considerado que les afecta especialmente. Y no sólo a ellos. Los países del Báltico están planteando todo un desafío a Bruselas por dicha cuestión, una zona especialmente caliente, en la que los efectos adversos de las conquistas otomanas desde el siglo XV se hicieron sentir hasta finales del XIX. Las negociaciones unilaterales de la canciller Merkel con el mandatario turco sobre la cuestión siria han traído nuevas fricciones al seno de la Unión, que ya se mostró nefasta e incapaz ante la denominada Primavera Árabe. Así mismo, la cuestión de Gibraltar, a buen seguro que dará bastante que hablar…

En materia cultural, se quiere conformar una identidad europea única que, en mi opinión es inexistente, a base de obviar la historia y las tradiciones de cada uno de los Estados, de destruir nuestras raíces en aras de no se sabe bien qué. Preocupante y peligroso.

Finalmente, si nos fijamos en las capacidades de sus señorías, resulta descorazonador observar el perfil y la escasa talla intelectual y moral de los que nos dirigen, que rozan, e incluso, sobrepasan la idiocia, la desvergüenza y la irresponsabilidad más absolutas.

Como hemos apuntado más arriba, el día de hoy no debería pasar a la Historia sólo por ser aquél en el que el Reino Unido decidió abandonar el barco comunitario, sino como efeméride del momento en que Europa, consciente de su propia descomposición, decidió recuperar su esencia para reinventarse a si misma.

Brexit
                                                   ¿Recomponiendo Europa?

 

Bibliografía:

  • GIL PECHARROMÁN, Julio, “Historia de la Integración Europea”, Editorial Ramón Areces, Madrid 2011
  • AVILÉS, Juan, PARDO, Rosa, SEPÚLVEDA, Isidro, “Las Claves del Mundo Actual: Una Historia Global desde 1989”, Editorial Síntesis, Madrid 2014

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