“¿Durante cuántos años esta fiesta permanecerá? ¡El paso del tiempo nunca destruirá un dia tal! Mientras las colinas del Lacio y el Padre Tíber perduren, mientras Roma y el Capitolio, cuyo esplendor has recuperado para el mundo, prevalezcan, seguirá”
Publio Papinio Statio (45–96), poeta épico romano, imitador de Virgilio
Columella
Lucio Junio Moderado Columella, nacido en el siglo I d.C. en Gades, Hispania, fue un soldado y agricultor romano que dedicó gran parte de su trabajo a la técnica agrícola con la esperanza de fomentar el amor por la siembra y por la vida sencilla. En su juventud llegó a ser tribuno de las legiones destacadas en Siria, aunque ni la carrera militar ni el derecho le iban a atraer tanto como para no dedicarse por completo a la agricultura, una vez hubo regresado a Italia.
Origen
En su obra “De Re Rustica”, Columella escribió que las plantaciones otoñales debían terminar a principios de Diciembre. Para el Solsticio de Invierno, según el Calendario Juliano, el 25 de Diciembre, se honraba a Saturno, dios de la siembra y de la cosecha, con una festividad, la Saturnalia, o Saturnales, que destacaba en el calendario romano como una fecha en la que se llevaban a cabo ritos religiosos, que se celebraba oficialmente el 17 de Diciembre, y que en tiempos de Cicerón duraba una semana completa, del 17 al 23 de ese mismo mes.
Para que las Cortes no tuvieran que permanecer cerradas más tiempo del necesario, Augusto redujo la Saturnalia a tres días, y Calígula la prorrogaría por espacio de dos días más. Parece ser que pese a los dictados imperiales, se mantuvo la tradición, y las celebraciones siguieron ocupando toda una semana. Si consideramos la obra de Macrobio Ambrosio Teodosio – escritor romano del siglo V, que alcanzó cierta notoriedad por sus trabajos sobre antiguas religiones y cultos romanos, entre los que se encuentra la Saturnalia -, esta festividad continuaba con la Sigilaria, así llamada por las figuritas de arcilla que se vendían por entonces.
Cronos y Saturno
En el paralelismo existente entre las teogonías griega y romana, se ha identificado a Saturno con Cronos. De la raza de los Titanes, Cronos, pertenece a la saga de divinidades que preceden a Zeus y al resto de dioses del Olimpo. Es el más joven entre los hijos de Urano, el Cielo, y de Gea, la Tierra, y solo él ayudará a su madre a vengarse de su padre, castrándole con una hoz que ella misma le proporcionará.
Saturno es una de las deidades itálicas más antiguas, venida a Italia desde Grecia tras ser desterrada del Olimpo. Según la leyenda, se habría instalado en el Capitolio, acogido por un dios griego anterior, Jano, donde se fundaría la futura Roma, estableciendo una villa fortificada que se llamaría Saturnia. A lo largo de un próspero reinado, Saturno continuaría la tarea civilizadora empezada por Jano, enseñando los misterios de la siembra a los aborígenes – los habitantes más antiguos de Italia Central, pueblo originario y nómada, hijos de los árboles, según la tradición, que se encontraban bajo el reinado de Latino cuando Eneas y sus troyanos llegaron al Lacio. Los aborígenes le representaban armado con una hoz, y de este dios iban a recibir las primeras leyes.
Saturnales. Importancia y costumbres
De acuerdo con las crónicas pontificias, era el de Saturno el Templo más antiguo destinado a la celebración de la Saturnalia. En ese día, los ataduras de lana que atenazaban los pies de la imagen en mármol del dios, ubicada en su interior, se soltaban para representar su liberación. Al sacrificio seguía un banquete público en el templo, que se introdujo en el año 217 d.C., según Tito Livio, aunque es posible que también se ofreciera un banquete o ‘lectisternium’ a la deidad, en el que su imagen se colocaba a la mesa como invitado. Finalmente, los asistentes, según Macrobio, gritaban “Io, Saturnalia” en medio de un tumultuoso festín.
La Saturnalia era la festividad más popular del calendario. Cátulo la citaba como “el mejor de los días”, Séneca se quejaba de que “la masa se entregara a los placeres”, y Plinio el Joven escribía que él “se retiraba a sus aposentos mientras el resto de la casa la celebraba”.
Motivo de celebración, de visita a los amigos, y de hacer obsequios, especialmente, cerei, velas de cera, quizás para simbolizar el regreso de la luz tras el Solsticio de Verano, y la Sigilaria. Marcial [escritor latino oriundo de Bílbilis, Calatayud, en la Hispania Tarraconense, que hacia el año 64 d.C. marchó a Roma para terminar sus estudios jurídicos bajo la protección de Séneca] escribió los Xenia y los Apophoreta, dísticos compuestos para los regalos que los clientes hacían a los patronos en esa época del año. Para el filólogo Tomás Navarro, el dístico es una forma métrica en español que imita una forma clásica formada por un hexámetro y un pentámetro.
Aulo Gelio nos relata que sus compatriotas romanos y él se reunían en los baños atenienses, donde estudiaban y planteaban preguntas que pasaban de uno a otro sobre poetas de la antigüedad, ofreciendo a Saturno una corona de laurel en el caso de que ninguno conociera la respuesta.
Durante las fiestas, las restricciones se suavizaban y se invertía la jerarquía social. El juego se permitía en público, los esclavos podían jugar a los dados y no tenían que trabajar. En lugar de la toga, se llevaba atuendos menos formales a los banquetes, al igual que el pileo, un sombrero de fieltro similar al fez turco, que en Grecia y en Roma Antiguas se asociaba con la manumisión del esclavo y simbolizaba su liberación. A nivel familiar, se elegía un Señor de la No Ley, los esclavos eran tratados de igual a igual, podián vestir la ropa de sus amos y se les esperaba a la hora de la comida.
Lucio relata al respecto que “durante mi semana, prohibimos la seriedad y los negocios. Beber, algarabía y juegos, dados, nombrar reyes, festín de esclavos, cantar desnudos, aplaudir frenéticamente, esas son las funciones que presido”.
Este status de igualdad se otorgaba con carácter obviamente temporal. Al respecto, Petronio fue autor bajo el mandato de Nerón de ‘El Satiricón’, obra satírica en prosa y verso que cuenta las andanzas de un par de libertinos, Encolpio y Ascilto, que incluye historias sexualmente explícitas. Petronio hace referencia en la misma a un esclavo impúdico que de repente estalla en carcajadas y al que se le pregunta si es que se está aún en Diciembre.
Se ha escrito, también, sobre Aulo Plautio en el intento de engatusar a sus tropas para invadir Britania. Éstas dudaron, “indignadas ante la idea de llevar a cabo una campaña militar más allá de los límites del mundo conocido”. Sólo cuando un esclavo enviado por Claudio se lo rogó, consintieron en aceptar, al tiempo que gritaban ‘Io Saturnalia’.
Pero estas fiestas no eran únicamente motivo de alegría, sino una ocasión para cometer asesinatos, también. Catilina (108 – 62 a.C.) y sus cospiradores intentaron incendiar la ciudad y matar a los senadores en la Saturnalia, momento en que la mayoría estaría pendiente de las celebraciones. Más tarde, Caracala tramaría para asesinar a su hermano, y Cómodo iba a ser estrangulado en su propia bañera en la víspera de Año Nuevo.
Brumalia
A finales del siglo I d.C., Plubio Papinio Statio pronunció sus famosas palabras. Y la Saturnalia continuó celebrándose como Brumalia – de “Bruma”, el día más corto del año, el Solsticio de Invierno -, ya en plena era cristiana, cuando a mediados del siglo IV d.C., su festividad ya había sido absorbida por la celebración de la Navidad.
Lupercalia
Los Lupercos (Luperci) constituían una cofradía de sacerdotes que en Roma celebraban culto a Fauno Luperco en la festividad denominada Lupercalia. Cada 15 de Febrero desfilaban en procesión, durante la cual, sus componentes, desnudos, daban la vuelta al Palatino provistos de correas hechas con la piel de una cabra que acababan de inmolar, con las que azotaban a las mujeres que encontraban a su paso, creyendo que así las volverían fecundas.
Tras la inmolación de la cabra y como paso previo al desfile, el sacerdote tocaba la frente de los Lupercos con su cuchillo ensangrentado, borrando a continuación la mancha con un mechón de lana impregnado de leche, momento en que los Lupercos debían proferir una carcajada ritual.
El sacrificio incluía, generalmente, la inmolación de un perro, también.
Bibliografía:
BAJO ÁLVAREZ, Fé, CABRERO PIQUERO, Javier, FERNÁNDEZ URIEL, Pilar, “Historia Antigua III: Historia de Roma”, Editorial Ramón Areces, UNED, Madrid 2010
GRIMAL, Pierre, “Dictionnaire de la Mythologie Grecque et Romaine”, 1951. Colección “Grandes Obras de la Cultura”, RBA Editores, Madrid 2009
BICKEL, Ernst, “Historia de la Literatura Romana”, Colección Grandes Obras de la Cultura, RBA Editores, Madrid, 2009
ROBERTS, J.M., “Historia Universal”, Colección Grandes Obras de la Cultura, RBA Editores, Madrid, 2009
ROLDAN, Jose Manuel “Historia de Roma”, Colección Grandes Obras de la Cultura, RBA Editores, Madrid, 2009
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