“Justo al principio, se estimó que, como había zonas demasiado contaminadas, se usarían robots. Concretamente, se envió al tejado de la central un robot alemán muy perfeccionado. Pero no quiso obedecer a causa de una radioactividad que incluso perturbaba a las máquinas. Al final, el robot se dirigió al margen del tejado y se precipitó al vacío. Daba la impresión de que había querido saltar. Fue así cómo se descubrió que ni los robots ni los ordenadores podían hacer nada por nosotros”
IGOR KOSTIN, “Chernobyl: Confesiones de un reportero”
En la primera parte de este artículo hemos dado un repaso somero a las causas y consecuencias, a corto plazo, del incidente de Chernobyl. Sobre las causas, se ha escrito ríos de tinta que aún están por encauzar, en espera de que se desclasifique información todavía considerada secreta a día de hoy. La versión que hemos expuesto aquí fue la que consiguió mayor consenso por parte de los especialistas, y ha sido protagonista, además, de documentales y reportajes varios. Se ha esgrimido muchas otras, desde el mal estado de las instalaciones, producto de la política gubernamental de abaratamiento de costes, hasta la supuesta dejación de funciones relacionada con el posible alcoholismo y el agotamiento físico y mental de sus operarios. ¿Por qué me refiero a este suceso como incidente y no como accidente? Porque no se puede hablar de accidente cuando los dispositivos de seguridad fueron obviados tal y como las investigaciones dilucidaron en su momento. La explosión del reactor número IV no fue un accidente o una avería producto de la casualidad, sino el resultado de la mala gestión de un complejo de alto riesgo.
Tras el suceso, muchos países optaron por una moratoria nuclear que supuso, entre otros aspectos, abandonar las actividades en materia de investigación conducente a la fabricación del ansiado reactor de fusión, mucho más seguro y con el añadido de emplear sus propios residuos como combustible, lo que supondría un ciclo inagotable de producción de energía que equivaldría a “encerrar el Sol”. Sin entrar aquí en el debate sobre qué fuentes de energía podemos permitirnos pagar o no, es muy posible que, de no haber sido por Chernobyl, ese tipo de reactor estaría ya en funcionamiento, con el beneplácito, además, de uno de los líderes y miembro fundador de un conocido grupo ecologista a nivel internacional, pese a su oposición inicial, años atrás.
En un momento en que el régimen comunista había empezado a tambalearse en toda la Europa del Este por razones de índole económica, básicamente, hay quien ha visto en Chernobyl un acelerador del proceso de descomposición de la hoy extinta Unión Soviética. Y es que las consecuencias no sólo fueron de carácter medioambiental y económico. Los habitantes de las áreas más afectadas se sintieron totalmente desamparados ante el silencio cómplice de las autoridades, lo que provocó una mayor fractura social.
La ciudad de Prípiat era un símbolo generacional, una urbe que había nacido en torno a la central, plagada de individuos jóvenes que se sentían afortunados de tener y de trabajar en una instalación como la que habían ayudado a construir. Sus expectativas y sus sueños quedaron truncados en aquella fatídica noche. La mayoría tuvo que huir con lo puesto, para nunca más regresar. Dejaron todo allí, sus vidas y sus pertenencias. Una zona de exclusión de entre 25 y 30 kilómetros fue delimitada en torno a la central, a fin de evitar el acceso a las inmediaciones, donde el nivel de radioactividad es precisamente más elevado y peligroso.
Presente y futuro
La construcción a toda prisa del sarcófago ha evidenciado fallos en su estructura que ponen en peligro la estanqueidad de la instalación, habiéndose detectado grietas y filtraciones de agua. Se espera para 2017 la finalización de un nuevo sarcófago que aseguraría durante cien años su sellado total: Una estructura en forma de arco, cuya altura máxima equivale a la de treinta pisos, que será desplazada sobre raíles para “engullir” la planta destruída, aislándola así del entorno.
Todos estos trabajos suponen para la zona devastada una inyección de dinero que se acabará cuando las obras lleguen a su fin, si bien no son la única fuente de ingresos. De unos años a esta parte se ha afianzado una nueva tendencia, que algunos han venido a llamar “turismo nuclear o de catástrofes”, permitiendo visitas turísticas de corta duración y bajo estrictos controles de seguridad.
La “Paradoja de Chernobyl”
Tras el incidente se produjo toda una serie de ‘desinformaciones’ que avalaban la aparición de extrañas criaturas, especímenes de dos cabezas y toda una serie de mutaciones producidas por el exceso de radioactividad. Sensacionalismo a cargo de la prensa amarilla internacional que parecía querer vender titulares a cualquier precio, en vez de poner el foco en lo realmente importante: Los miles de personas expuestos a unos niveles de radiación muy por encima de lo tolerable.
Y he aquí lo que los científicos han venido a llamar la “Paradoja de Chernobyl”, que les tiene desconcertados, pues no la consiguen explicar por más vueltas que le dan al asunto. ¿Cómo es posible que en una zona altamente contaminada por Yodo, Cesio, Estroncio y Plutonio, la Naturaleza lo esté inundando todo, literalmente? La ciudad abandonada de Prípiat está siendo ocupada por una flora y fauna que, lejos de mostrar signos de enfermedad debido a la radiación, exhibe una fortaleza inconmensurable. En palabras de Álvaro Colomer, en su libro “Guardianes de la Memoria”, la vegetación que se ha cernido sobre la ciudad bien podría compararse a los bosques descritos en el Génesis. La fauna no es menos, especies como el lobo, el jabalí o el oso, entre otras, han visto aumentadas sus poblaciones de manera espectacular, llegando, en algunos puntos, a sortear el vallado que delimita la zona de exclusión, adentrándose en ella.
Los habitantes de las poblaciones aledañas han terminado por regresar a sus antiguos hogares, hartos del desarraigo forzoso y de la frustración que les producía, y muestran la misma salud de hierro. Beben el agua de la zona y comen lo que en su suelo cultivan. Como Colomer cuenta en su libro, no piensan en el peligro que los altos niveles de radiación pueden suponer para su salud, es como si esa predisposición mental disparara su sistema inmunitario, protegiéndoles. Uno de los casos de personas retornadas más conocidos es el de María Shovkuta, protagonista del siguiente vídeo:
Conclusión
No podemos cambiar el pasado, lo hecho, hecho está, pero si aprender de él. En mi opinión, todo el entorno de la central nuclear y sus poblaciones adyacentes se nos ofrecen como un inmenso laboratorio al aire libre del que, con los fondos necesarios y la dedicación de los científicos, extraer valiosas informaciones, a fin de asegurar la prevención de futuros accidentes, y si se produjeran, la mejora de su gestión; estudios de inmunidad y genética, que podrían tener enormes aplicaciones en Terapia Génica, especialmente en lo que al cáncer se refiere; y estudios sobre la capacidad de regeneración de la Naturaleza y de cómo potenciarla.
Mientras tanto, el nuevo sarcófago que será colocado en los próximos meses, quedará como testigo incólume de la ciudad que Prípiat fue, donde el reloj se detuvo para siempre un 23 de Abril de 1986.
Galería de imágenes:
- nationalgeographic.rs
- liveinternet.ru
- antinuclearinfo.files.wordpress.com
- woodlandshoppersparadise.blogspot.com
- www.chernobylwel.com
Vídeos:
- Danny Cooke (Drone sobre la ciudad de Prípiat)
- Agencia EFE (María Shovkuta desafía a la radiación)
Para saber más:
- COLOMER, Álvaro “Guardianes de la Memoria (Recorriendo las cicatrices de la Vieja Europa), Ediciones Martínez Roca, SA, Madrid 2008
- Prípiat
- Chernobyl
- Nuevo Sarcófago
Cita extraída de:
- COLOMER, Álvaro “Guardianes de la Memoria (Recorriendo las cicatrices de la Vieja Europa), Ediciones Martínez Roca, SA, Madrid 2008