Bajo un Cielo Carmesí: La Experiencia de Edvard Munch

Munch
                                                           Edvard Munch (1863-1944)

“Iba calle abajo con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó tan rojo como la sangre. Me detuve y me apoyé sobre la barandilla, sintiéndome indescriptiblemente cansado. Lenguas de fuego y sangre se extendían sobre el azul oscuro del fiordo. Mis amigos siguieron caminando, mientras yo me quedaba atrás, temblando de miedo. En ese momento oí el inmenso, el infinito grito de la Naturaleza”

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                                                 “El Grito” (1893)

“El Grito” (1893) es una de las obras pictóricas más fácilmente reconocibles del Arte de todos los tiempos, la creación más famosa de su autor, Edvard Munch (1863-1944), que ha sido interpretada de manera generalizada como la representación universal de la angustia y de la ansiedad del hombre actual. Colores chillones, trazos gruesos, y formas sencillas que, desde una perspectiva elevada, reducen la angustiada figura a un cráneo ataviado y sumido en una crisis emocional. Con este trabajo, Munch se lanzó, como ya había apuntado, al estudio del alma, es decir, de la mía propia”. Tiempo después describía la angustia personal que se escondía tras la pintura, durante varios años estuve a punto de perder la cordura… ¿Conoce mi obra ‘El Grito’? Me llevaron al límite, tras lo cual perdí la esperanza de volver a amar”.

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                                                        Martha Tedeschi

Martha Tedeschi es restauradora del Departamento de Grabado y Dibujo en el Instituto de Arte de Chicago, graduada en Arte por diferentes universidades norteamericanas y especialista en arte, tanto británico como norteamericano. En su opinión, El Grito” es, junto con La Mona Lisa” de Da Vinci, La Madre del Artista” – obra más conocida como La Madre de Whistler” – de James McNeill Whistler, y “American Gothic” de Grant Wood, parte de una serie de pinturas que han conseguido lo que muchas otras no han logrado, independientemente de su belleza, importancia histórica y artística, o valor monetario, ésto es, transmitir un significado casi de inmediato a la mayoría del público que las contempla, y que de manera exitosa han traspasado los dominios de museos y sus visitantes para llegar a la cultura de masas.

Munch nació en la localidad noruega de Loten en 1863. Hijo de un médico castrense, su infancia se vio marcada por la temprana muerte de su madre cuando él sólo contaba cinco años de edad, a causa de la tuberculosis – enfermedad que nueve años más tarde le arrebataría a su hermana Sophie, dos años mayor que él – y por la actitud obsesivamente religiosa de su padre, hasta el punto de escribir mi padre era de temperamento nervioso y religiosamente obsesivo. Los ángeles del temor, de la compasión y de la muerte me acompañaron desde el momento en que nací”. A una de sus hermanas pequeñas se le diagnosticó un trastorno mental en edad temprana. Munch escribiría “heredé dos de los más temibles enemigos de la Humanidad, el legado de la tisis y el de la locura”.

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                                           “La Madre Muerta” (1899-1900)

Su salud, frágil, que le tuvo recluido durante largas temporadas, que pasaba pintando, y las historias de espectros que a su padre tanto gustaba contar, le inspiraron un universo de pesadilla y de visiones macabras en el que la muerte era el personaje principal, mientras su infancia transcurría en un ambiente que él definiría como triste y opresivo”.

El salario que Christian Munch percibía del ejército era muy bajo, al tiempo que sus intentos por establecerse como médico por cuenta propia fracasaron, lo que impidió a su familia salir de la pobreza, por lo que tenían que mudarse con frecuencia, de piso en piso, a cual más sórdido. Los primeros dibujos y acuarelas de Edvard retrataban esos interiores, con sus frascos de medicinas y sus utensilios de dibujo, además de algunos paisajes. En su adolescencia, el arte ya dominaba sus intereses. A los trece años, expuso sus obras ante otros artistas en la por entonces recientemente constituida Asociación de Arte, donde pudo admirar el trabajo de la escuela paisajística noruega. Pronto empezaría a pintar al óleo.

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                                                             Kristiansand (1895)

Es en Kristiansand, Christiania, la actual Oslo desde 1924, donde Edvard decide dedicarse a la pintura, inscribiéndose en la Escuela de Dibujo de la ciudad en 1880. Sus primeros años como artista se verían marcados por su relación con el entorno más radical de Christiania, especialmente con el escritor anarquista Hans Jaeger. La gran exposición impresionista que reunirá en París obras de Renoir, Monet y Degas, entre otros, en la galería Durand Ruel, en 1885, va a resultar determinante. A partir de ese año, Munch se enfrentará a una serie de preocupaciones que se transformarán en obsesiones de por vida, que se refleja en obras esenciales de su catálogo como Pubertad” o “Al Día Siguiente”, aunque la más importante sea La Niña Enferma, en la que rememora, de manera desoladora, la muerte de su hermana Sophie, y que marcaría la mayor parte de su producción posterior, influenciada por el post Impresionismo e incluso por el Art Noveau.

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                                     “La Niña Enferma” (1885-86)

En Octubre de 1889, regresa a París con una beca del gobierno noruego, instalándose en las afueras, donde realizará obras de corte impresionista. Las limitaciones del estilo le llevan a dar un vuelco a su carrera tras descubrir el trabajo de artistas como Gauguin y Van Gogh.

En 1892, Munch participa en la exposición de la Berliner Künstlerverein, Círculo de Artistas Berlinés. Su elenco de amistades incluía varios escritores, entre los que figuraba el dramaturgo Henrik Ibsen, autor de obras tan conocidas como Peer Gynt (transformada en partitura por Edvard Grieg) o Casa de Muñecas(llevada en numerosas ocasiones a la gran pantalla y a los escenarios). Munch se encargaría de diseñar decorados para varias de sus obras.

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                                                               La Secesión

En un país que aún no había asimilado la experiencia impresionista, la valiente apuesta de Munch resultó intolerable: la polémica fue tal que la exposición acabaría siendo clausurada una semana después. En protesta, un grupo de pintores, encabezados por Max Liebermann, abandonaron el Círculo, constituyendo la Berliner Secession, La Secesión, a imitación de sus colegas de Munich. Obtuvo Munch una enorme publicidad gratuita que le permitió exponer en toda Alemania, donde fijaría su residencia, sentando las bases de una profunda influencia en el arte centroeuropeo, que se manifestará con toda su intensidad en el expresionismo de las dos primeras décadas del siglo XX.

Toda esta amalgama de influencias se verá plasmada en un importante ciclo de pinturas que Munch denominó El Friso de la Vida”, que incluye obras como “Melancolía”, con la que supera completamente su experiencia puntillista, “La Enredadera Roja”, “La Voz”, y, sobre todo, “El Grito”, en las que con un lenguaje nuevo expresa sus experiencias personales sobre el amor, la enfermedad, la muerte y la propia naturaleza.

En contra de lo que su arte ensimismado pudiera sugerir, los años previos a la crisis nerviosa de 1908 son de continuos viajes, alternando largas estancias en Alemania y París, – en donde sus dibujos, litografías y tallas le proporcionarían gran renombre – con veraneos en su casa de Argardstran, en el fiordo de Oslo. Si bien se observa cierta continuidad en la temática de su obra, no ocurre lo mismo con la elección de las técnicas.

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                                                            “Melancolía” (1892-93)

A comienzos del nuevo siglo, abandona los trazos sinuosos que envuelven amplias superficies de colores planos, para adoptar un modo mucho más expresionista, de pinceladas anchas y muy largas, que subrayan un uso cada vez más arbitrario del color. Un cambio que se aprecia claramente en su serie de pinturas de La Habitación Verde”, o en las sucesivas variaciones del tema de la asesina, y que habría de hacerse patente tras la crisis nerviosa que sufre en otoño de 1908, agravada por sus problemas con el alcohol, que le mantiene recluido durante ocho meses en una clínica psiquiátrica de Copenhague. Ya recuperado, regresa a Noruega e inicia un periodo de revitalización de su obra, como así lo atestiguan los paneles que decoran el Aula Magna de la Universidad de Oslo, en el que recibe el reconocimiento a su obra, que se materializa en la exposición del Sonderbund, en Colonia en 1912, donde se le equipara en importancia con Cézanne, Gauguin y Van Gogh, y al año siguiente, en la de Berlín.

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                                                            “El Asesino” (1910)

Munch pasará las últimas dos décadas de su vida retirado en su finca de Ekely, en las afueras de Oslo, entregado con renovada intensidad a la pintura, más colorista e interesada en la naturaleza. En enero de 1944, en una Noruega ocupada por las tropas alemanas, Edvard Munch muere como había vivido hasta entonces, en plena soledad. Sus obras fueron donadas a la ciudad de Oslo, en donde se erigió un museo en su honor.

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                                             “Autorretrato” (1940-42)

En palabras de Juan José Martín González, en su Historia del Arte, “Munch es el padre del expresionismo, aunque sus antecedentes se remonten al propio Van Gogh. El sentimiento terrorífico de la soledad, la amargura del dolor y la tristeza, asoman en todos sus lienzos. El Grito constituye la definición del expresionismo. La angustiada voz retumba en la naturaleza, provocando oleadas de pesimismo. Los rostros aparecen exaltados, demacrados, con la mirad extraviada, mientras que los colores se encienden de rojos sucios o se apagan en violados fúnebres”.

Bibliografía y Recursos Web:

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