Este 30 de Octubre se cumple el 80 aniversario de la adaptación de la obra de H. G. Wells “La Guerra de los Mundos” (1898) realizada por Orson Welles (1915-1985), un genio de la Radio, el Cine y el Teatro que, través de las ondas, provocó un brote de pánico entre parte de la audiencia que sintonizaba ese dial aquel día, si bien el episodio fue en cierto modo exagerado, dado el seguimiento de un programa que no era precisamente mayoritario. Dejando a un lado la cuestión de las cifras, ya se atisbaba la enorme influencia que, para bien o para mal, los medios de comunicación ostentarían en las décadas siguientes. Repercusión, sí que la tuvo, dadas las airadas críticas que los productores tuvieron que sufrir por parte de la prensa escrita, que pidió la intervención de la Comisión Federal de Comunicación. Al día siguiente, Welles declaró a los periódicos que no pensaron en una reacción de ese calibre. Sin embargo, su prestigio profesional quedó más que afianzado, el inicio de una carrera cinematográfica como director que es parte inseparable de la historia del Séptimo Arte, legándonos títulos inolvidables como “Macbeth”, “Otelo” o “Ciudadano Kane”.
Dos de las mejores obras de Francisco de Goya y Lucientes, “El Levantamiento del Dos de Mayo de 1808“, y “Los Fusilamientos del Tres de Mayo de 1808“, comparten una misma temática, la de la insurrección de un pueblo, el español, subyugado por un monarca despótico, primeramente, por el invasor francés, más tarde, y las consecuencias más inmediatas que resultarían de todo ello.
Pintadas en 1814, en un intento, quizás, de congraciarse con Fernando VII, ambas obras ilustran el inicio y la deriva de la primera guerra fallida de todas en las que Napoleón Bonaparte se embarcaría por razón de sus ansias expansionistas.
Aquel Dos de Mayo, los habitantes de Madrid tomaron las calles de la ciudad. Pertrechados con estacas y cuchillos, se enfrentaron a las tropas invasoras, a su artillería y a la caballería mameluca de Joachim Murat, noble y militar francés, cuñado de Napoleón, bajo las que caerían masacrados en la misma Puerta del Sol. De madrugada, en las primeras horas del Día Tres, el pelotón de fusilamiento apostado en la montaña de Príncipe Pío completaría la matanza.
En “El Levantamiento del Dos de Mayo de 1808”, Goya procedió a localizar los acontecimientos con el máximo esmero. Es a los pies del edificio de Correos donde transcurre la acción, donde el espectador se convierte en “testigo ocular” de la matanza. En “Los Fusilamientos del Tres de Mayo de 1808”, el maestro pone de manifiesto, de manera eficaz, las contradicciones de la ideología de Bonaparte.
La exposición que hace de las ejecuciones ordenadas por Murat es la otra cara de la moneda de la iconografía davidiana, la brutal y triste realidad que el lustre imperial pretendería difuminar. Y es que, como si de un historiador de la perversidad se tratara, J.L. David dedicaría su obra a la exaltación y a la promoción del poder del Estado Revolucionario Francés. El empeño mostrado por David en poner su talento al servicio del Imperio y la glorificación de una figura, la de Napoleón, que había cernido la guerra sobre Europa, le granjearían no pocas críticas.
En “Los Fusilamientos del Tres de Mayo de 1808”, el pintor español logra un ejercicio de composición que resulta tan magistral como dramático. Vemos a los ejecutores dispuestos de perfil, de manera casi anónima, sin mostrar la fisonomía de sus rostros. Frente a ellos, los ajusticiados, que conforman tres grupos. Los que ya han sido fusilados, que yacen inermes sobre charcos de sangre. Los que están a punto de serlo, que representan el grupo más emotivo, realzado por el uso que el maestro Goya hace, sobre todo, de la luz y de la disposición de los personajes. Al fondo, una larga hilera de prisioneros, que espera su turno para enfrentarse indefectiblemente a la muerte, que allí mismo les aguarda.
Y es que la mayor muestra de la resistencia española se produjo a nivel local, por parte del clero y del campesinado. Si bien las Juntas intentarían organizar a los rebeldes, fueron las guerrillas las encargadas de hostigar a los franceses por toda la Península. Una guerra desigual, que acercaría al maestro a la figura de cronista, de reportero de guerra, como decimos ahora, más que a la de historiador. Una guerra que él retrataría, de manera exhaustiva, en la colección de aguafuertes denominada “Los Desastres de la Guerra“, compuesta por tres grupos principales.
Los dos primeros grupos pertenecen a época napoleónica, con la guerra y la hambruna como protagonistas. El tercero se recrea en el anticlericalismo de los “capuchos“, y pertenece al periodo de la Restauración reaccionaria.
La posición del testigo que contempla tales grabados ha dado lugar a dos interpretaciones contrapuestas. La primera de ellas se fundamenta en lo que Goya había escrito al pie del Desastre número 44, “Yo, lo vi” para asegurar que él mismo lo había visto, lo que le habría permitido elaborar todo un imaginario de la guerra.
La segunda interpretación sostiene que Goya no lo vio, otros instantes del conflicto, si, pero no los que estos grabados nos ofrecen. Para sus partidarios, son la creación personal desde unos acontecimientos que Don Francisco habría tomado como punto de partida. Un testigo, Goya, tan cerca de lo que realmente ocurrió como tan lejos, tan discutible como exento de toda sombra de duda.
Oligantropía. Del Griego antiguo ὀλίγος, ‘poco’ y ἄνθρωπος, ‘hombre’.
Oligantropía es el vocablo que el historiador Polibio emplearía para referirse a la crisis demográfica que afectaba a los varones en la Hélade.
Los hombres eran cada vez más escasos en número, como consecuencia de las guerras incesantes y de la corrupción de las costumbres sociales, que habían desembocado en abortos e infanticidios, al tiempo que a los esclavos se les imponía una limitación en el número de hijos que podían engendrar. Con el término ‘oligantropía’ nos referimos, pues, a la disminución en el número de nacimientos y a la restricción de la natalidad.
Polibio es autor, entre otras, de “Historiae“, una ambiciosa obra que abarcó cuarenta volúmenes, de los que sólo cinco de ellos han llegado hasta nuestros días.
“…Y si tuviese la lengua y el canto de Orfeo para conmover con mis canciones a la hija de Deméter o a su esposo y poder sacarte del Hades, descendería allí, y ni el perro de Plutón, ni Caronte sobre el remo, conductor de almas, podrían retenerme antes de volver a llevar tu vida hacia la luz…”
Admeto sobre Orfeo, en “Alcestis”, de Eurípides, pp. 356 y ss
Mucho antes de la aparición de las fuentes escritas, la tradición oral ya se encargaba de transmitir de generación en generación todo un acervo de vivencias, conocimientos e intentos de explicación de la realidad circundante, del que los mitos, esas narraciones extraordinarias protagonizadas mayormente por dioses y héroes, eran parte fundamental. Del trasfondo de las historias que relataban se podía extraer gran número de enseñanzas. Sigue leyendo El Canto de Eurídice
El salto de cazadores a recolectores que los humanos protagonizamos durante el Neolítico trajo consigo la estabulación del ganado y la domesticación de ciertas especies, que se emplearon no sólo como fuente de alimento, sino también como valiosos ayudantes en las tareas de carga, arrastre y transporte.
En ese sentido, un animal como el caballo ha acompañado al hombre durante toda su historia, y se ha mostrado como un elemento fundamental en la expansión de pueblos e imperios a lo largo del tiempo. Pero, tal y como descubriremos a continuación, el noble cuadrúpedo estaba igualmente sometido a prácticas de sacrificio ritual. Sigue leyendo Los Fastos Romanos de Otoño: October Equus, El Caballo de Octubre
Traducianismo. Del Latín medieval trallucianismus, del Latín traducere, ‘pasar’, e -ismus, ‘-ismo’. Doctrina religiosa defendida por (Quinto Séptimo Florencio) Tertuliano y seguida por algunos de los padres de la Iglesia, que fue predominante en Oriente durante el siglo IV. Tras su desaparición, no sería retomada por teólogos y filósofos hasta finales del siglo XIX.
Según el Traducianismo, también llamado Generacionismo, las almas se perpetúan por la via de la generación, mediante la fecundación, sin intervención divina, y el pecado de Adán se transmite directamente a toda su descendencia.
Nacido en Cartago (160-240), Tertuliano fue ordenado sacerdote hacia el año 196. Caracterizado por un excesivo rigorismo, se implicó en una ardua defensa de los cristianos, y se convirtió en uno de los escritores eclesiásticos más importantes de su tiempo. Entre lo más prominente de su producción encontramos títulos como “Contra los Judíos”, “De la Idolatría”, “Testimonio del Alma” y “Cinco Libros contra Marción”.
Ínsula. Del Latín insŭla, que se traduce por ‘isla’, ‘casa aislada’. Como término con el que referirnos a ‘isla’, porción de tierra rodeada de agua, la palabra ‘ínsula’ ha caído en desuso.
Sin embargo, si se ha perpetuado en el tiempo otra de sus acepciones, la de un pequeño territorio o gobierno de escasa preponderancia, como el que su señor encomienda a Sancho en “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”, la Ínsula Barataria.
En Medicina Neurológica se habla de corteza o lóbulo insular, una estructura cerebral que se divide en dos partes, anterior y posterior. La primera, regula la percepción del dolor, de los cambios de temperatura y de nuestro propio latido cardíaco. La segunda, está más relacionada con el control de las emociones y su influencia psicosomática.
A tres días vista de la celebración del IV Centenario de la Muerte de D. Miguel de Cervantes Saavedra, quiero compartir con todos vosotros el artículo titulado “El Quijote como Revulsivo”, cuyo autor es Gonzalo Rodríguez García, doctor en Historia por la Universidad de Castilla – La Mancha, artífice, además, de La Forja y la Espada, un espacio muy interesante sobre la Cultura Celtíbera, y a quien agradezco desde aquí su amabilidad y disposición.
La de Gonzalo no es una aproximación al uso a esta obra universal, es otra, mucho más profunda y meditada, y su lectura atenta merece la pena. Él se suma, también, a la corriente de opinión que no deja de reivindicar la necesidad de leer y, ¿por qué no?, estudiar “El Famoso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” en las escuelas, una obra que debería ser pieza fundamental de cualquier plan de estudios que se precie. Sigue leyendo “El Quijote como Revulsivo”
Termópilas. Del Griego, thermopýlai, que resulta de thermós, caliente, y pýle, puerta, las Puertas, o las Fuentes, por sus numerosos manantiales, Calientes.
Nombre por el que se conoce al celebre desfiladero de Tesalia, una región de la Antigua Grecia situada entre el Mar Egeo, Fócida, Macedonia y el Pindo. Las Termópilas, angosto paso de montaña que discurría entre Oeta y el Golfo Málico, fue el escenario de una batalla clave en el desarrollo de la Segunda Guerra Médica: La que un 11 de Agosto del año 480 a.C. enfrentó a 300 aguerridos soldados espartanos, encabezados por Leónidas, su rey, y 4.000 griegos con las fuerzas del rey persa Jerjés I, formadas por más de doscientos mil hombres, a los que de manera heróica intentaron cerrar el paso en su avance hacia la Hélade. Sigue leyendo Termópilas
“Iba calle abajo con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó tan rojo como la sangre. Me detuve y me apoyé sobre la barandilla, sintiéndome indescriptiblemente cansado. Lenguas de fuego y sangre se extendían sobre el azul oscuro del fiordo. Mis amigos siguieron caminando, mientras yo me quedaba atrás, temblando de miedo. En ese momento oí el inmenso, el infinito grito de la Naturaleza”