“El mar dará a cada hombre una nueva esperanza, como el dormir le da sueños”
Cristoforo Colombo, Cristóbal Colón
Contexto histórico
El Doce de Octubre de 1492, tras una larga y penosa travesía por el Océano Atlántico, las tres carabelas comandadas por el almirante y cartógrafo genovés fondeaban en la isla de Guanahani, que pertenece al archipiélago de las Bahamas y que, en la actualidad, conocemos por San Salvador.
Creyendo haber llegado a las Indias, la hazaña de Colón y de los tripulantes de la Santa María, La Pinta y La Niña marcaría el inicio de la Edad Moderna, la Época de los Descubrimientos, y sentaría las bases de un Imperio, el español, donde el Sol nunca se ponía. Pero implicó mucho más: el Descubrimiento de América devino en lo que conocemos por Hispanidad, una auténtica globalización, tal y como muchos expertos consideran. Un inmenso legado que permanecerá siempre, pese a los intentos de ciertos lobbies de defenestrarlo.
Cinco siglos después, cuando hablamos de la conquista espacial, los que en ella están inmersos se refieren al Descubrimiento de América para intentar explicar sus motivaciones. En ese sentido, el espíritu de aventura, de alcanzar nuevas fronteras, de llevar a la Humanidad un paso más allá, no ha cambiado, sigue siendo el mismo, sea atravesando el frío y vasto océano o las profundidades del espacio exterior.
Cuentan las crónicas que esta fue la arenga con la que el General y estadista cartaginés Aníbal Barca (247 – 183 a.C.) lanzó a sus tropas a la Segunda Guerra Púnica contra Roma en 218 a.C. Las mismas que un año antes le habían dado la victoria contra Sagunto, permitiéndole el control de la costa levantina.
Perfectamente pertrechados con manteletes – grandes escudos de madera ensamblados como un rompecabezas y de formas diversas, cuadrangulares, circulares -, ballestas, y picos, los soldados cartagineses, con Aníbal al frente, derribaron las murallas de la ciudad mediante el empleo de catapultas, parapetos móviles y las torres de asalto que los griegos llamaban helepolis, las tomadoras de ciudades.
Se iniciaba, así, un nuevo conflicto bélico entre Cartago y Roma, que Aníbal prepararía desde su residencia en Qart Hadasht encomendándose al dios Melqart.
“El despotismo, que en todas las épocas es peligroso, resulta particularmente de temer en los siglos democráticos”
Alexis de Tocqueville
Contexto histórico
Alexis de Tocqueville (1805 – 1859) fue un político, jurista e historiador francés. De ideas liberales, su esquema de pensamiento le convierte en uno de los precursores de la Sociología. Su familia había sufrido los rigores de la Revolución Francesa (1769). Muy crítico con ese tipo de movimientos, Tocqueville se manifestó en contra de la Revolución de 1848. En 1851, su oposición al golpe de Estado de Luis de Napoleón le costó ser arrestado.
La figura de Tocqueville empieza a fraguarse en 1831, cuando parte rumbo a Estados Unidos con el encargo de confeccionar un informe sobre el sistema penitenciario de ese país, y que dará lugar a su obra “Del Sistema Penitenciario en los Estados Unidos y de su Aplicación en Francia”, si bien su consagración llegaría con “La Democracia en América“, publicada en 1840, obra fundamental del pensamiento político contemporáneo.
Demócrata liberal convencido, Tocqueville sentía fascinación por la joven democracia norteamericana, un sistema construído desde abajo, desde el pueblo llano hacia arriba, no al revés, que inicia su andadura dejando atrás los lastres del pasado y cuyos preceptos Tocqueville deseaba fueran implantados en su propio país.
Flamen era el sacerdote romano encargado del culto a una deidad determinada. El flamen Augustal dirigía el culto a Augusto, primer emperador romano, divinizado por el Senado tras su muerte en el año 14 d.C. Del culto a Júpiter, dios de la Luz, mediador entre dioses y hombres, se responsabiliza el flamen Dial. El flamen Marcial hacía lo propio respecto del culto a Marte, dios de la Guerra. El flamen Quirinal era responsable del culto a Quirino, como se conoció a Rómulo, fundador de Roma, tras ser divinizado, si bien no todos los historiadores consideran que se trata del mismo personaje.
Su vestimenta consistía en un largo manto abrochado al cuello y un gorro a modo de casquete rematado por un borlón de lana. En sus manos, un bastón fabricado en madera de olivo.
Las esposas de los flámines eran las flamínicas. Consideradas sacerdotisas, disfrutaban de numerosas prerrogativas y exhibían avalorios distintivos.
En 1989, el común de los mortales no teníamos ni la más remota idea de qué era Internet. El término era desconocido para la mayoría de nosotros, con la excepción, quizás, de aquellos aficionados a MS Dos – ese sistema operativo tan incipiente a cuyo lado el Pleistoceno nos parece moderno – y a los famosos ordenadores Spectrum, unos primeros usuarios informáticos a quienes muchos veían como bichos raros que manejaban lenguajes extraños. Y es que habría de transcurrir toda una década para que el término se popularizara y los ordenadores irrumpieran en nuestras vidas de tal forma que, en el momento en que nos encontramos, no tener acceso a la red de redes desde un ordenador o desde un teléfono móvil nos resulta inconcebible. Tal ha sido su impacto que los expertos consideran que Internet representa la Tercera Revolución Industrial, y ya vislumbran la Cuarta. Esta reflexión viene a cuento del Día Mundial de Internet, que se celebra, tal como hoy, cada 17 de mayo.
Como muchos otros grandes inventos que surgieron de la investigación militar y aeroespacial, Internet tiene sus orígenes en plena Guerra Fría entre la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el Pacto de Varsovia, cuando Estados Unidos buscaba desarrollar un sistema que permitiera el acceso inmediato a la información desde cualquier ubicación en caso de un hipotético ataque soviético. Pero los primeros pasos de lo que por Internet conocemos son anteriores a esa época.
Al poco de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, los servicios de inteligencia de las potencias en liza se plantearon la necesidad de desarrollar máquinas que, desde cálculos de probabilidad, descifraran mensajes codificados a velocidades que superaran con creces la capacidad del ser humano. El británico Alan Turing, creador de la máquina que lleva su nombre, conseguiría desencriptar Enigma, el sistema de comunicaciones alemanas, acortando la duración de la contienda y sentando de esta manera las bases de la Computación, fundamento de todo lo que vendría después. No sabremos nunca qué habría opinado el bueno de Groucho Marx si viviera hoy y alguien le recordara en un día como este aquella famosa cita suya en la que afirmó que “inteligencia militar son términos contradictorios”.
Si hoy disfrutamos de todas las ventajas de Internet, es gracias a la sagacidad de Tim Berners – Lee, científico británico especializado en Computación y creador de la World Wide Web, con cuyo acrónimo www empiezan todas las páginas en Internet. En noviembre de 1989, Berners – Lee consiguió la primera comunicación entre un servidor y su cliente mediante un protocolo Hyper Text Transfer Protocol, o http. El camino hasta hoy es de sobra conocido. Internet ha supuesto una revolución en la forma en que nos comunicamos, compramos y conseguimos información. Ha dado voz a todo aquel que tenga algo que decir y ha posibilitado la irrupción de nuevos medios de comunicación tan alternativos como independientes que están poniendo en jaque a los considerados tradicionales. Para los creadores de contenido, la red se ha convertido en una herramienta de lo más útil para dar a conocer sus obras de manera exponencial, y eso que sólo un cincuenta y tres por ciento de la población mundial tiene acceso a Internet. Las denominadas redes sociales han sido determinantes en todo ese tráfico ingente de información.
Pero, aunque muchos usuarios no sean conscientes de ello, el espacio de comunicación y de libertad, sobre todo, que Internet representa, está muy amenazado. Como si de una encarnación del Gran Hermano de la novela de George Orwell “1984” se tratara, gobiernos y corporaciones diversas no escatiman esfuerzos en intentar poner puertas al campo. La pandemia sanitaria por coronavirus (covid – 19) que estamos sufriendo ha puesto en evidencia la labor censora y de desinformación que ciertas oficinas de verificación, vasallas del poder de turno, vienen ejerciendo cuando las publicaciones no son favorables a los señores a los que sirven. Y como David contra Goliat, en esa lucha está Tim Berners – Lee, una empresa en la que el padre del invento se ha embarcado con el propósito de devolver Internet a la ciudadanía a través de sus propuestas Contract for the Web, Solid e Inrupt, que se resumen en que el acceso a la libre información es un derecho y que éste no puede comprometer la privacidad de los usuarios. El tiempo nos dirá si lo consigue o no.
“Prefiero unos periódicos sin Gobierno que un Gobierno sin periódicos”
Thomas Jefferson
Contexto histórico
Con motivo de la celebración, ayer, del Día Mundial de la Libertad de Prensa, inaguramos esta nueva sección citando a Thomas Jefferson.
Quien fuera uno de los cuatro Padres Fundadores de la Constitución de Estados Unidos de Norteamérica y su tercer Presidente, entre 1801 y 1809, se opuso a las Leyes de Extranjería y Sedición (Alien and Sedition Acts) de 1798, un conjunto de cuatro disposiciones que dificultaban la obtención de la ciudadanía norteamericana, sobre todo, a inmigrantes franceses e irlandeses y en previsión de un conflicto armado con Francia.
Pero, desde su punto de vista, esas leyes implicaban, también, un intento de amordazar la libertad de prensa y de evitar las críticas a la gestión del Gobierno. Y estaba convencido de que sin medios libres, sin información veraz y de calidad, difícilmente podrían los ciudadanos tomar las decisiones correctas que asegurasen el sostenimiento de la Democracia.
La expresión taberna libraria fue empleada por los antiguos autores clásicos para denominar a los establecimientos que en aquellos tiempos se dedicaban a la venta de libros en forma de pergaminos y papiros. A partir de la Edad Media, el concepto de taberna libraria se relacionaría más con la acción de coleccionarlos, si bien el trasfondo no dejaba de ser el mismo, el de satisfacer tanto la necesidad de conocimiento que sus páginas proporcionaban como el placer de conformar una nutrida biblioteca.
En 2017, creamos In Taberna Libraria, un espacio en el que, desde entonces, os venimos presentando una serie de títulos recomendados en nuestro blog principal, Los Portadores de la Antorcha, bajo el epígrafe Libro de la Semana. Pensamos que era una buena forma de disponer de un listado bibliográfico escogido que abarcase todas las temáticas históricas, dada la ingente cantidad de títulos que mes a mes copan los estantes de las librerías. Tres años más tarde y tras ciento cincuenta referencias publicadas, hemos transformado ese sencillo listado en Word en una página propia con todas las posibilidades que ello permite, como visualización de las portadas, clasificación de los títulos por categorías, búsqueda por temática, autor o título y, por supuesto, dejarnos vuestros comentarios y compartir esas entradas en redes sociales.
Hemos incluido fragmentos de algunas obras, pues no todas las editoriales tienen esa deferencia, así como los enlaces a las diferentes ediciones disponibles en el portal de Amazon. Si queréis comprar algún título, podéis colaborar con nosotros haciéndolo desde aquí. Es una forma de ayudarnos al sostenimiento de las páginas y que a vosotros no os supone coste alguno, en absoluto, ya que su importe es exactamente el mismo. La única diferencia es la pequeña ayuda que nos reportaría en caso de que formalicéis su adquisición desde nuestra página. De producirse una incidencia con vuestro pedido, los trámites de reclamación son los que la propia compañía indica, ya que todo el proceso de compra, gestión y envío se hace conforme a sus condiciones, que son invariablemente las mismas.
En cualquier caso, esperamos que In Taberna Libraria os guste y que, sobre todo, os resulte útil y atractivo, y que no dejéis de visitarnos.
Gracias por seguir ahí, recibid un cordial saludo de todo el equipo.
Irenarca. Del latín tardío irenarcha, y éste del griego εἰρηνάρχης eirēnárchēs, de εἰρήνη eirḗnē ‘paz’ y -άρχης -árchēs ‘el que rige’.
Irenarca era el magistrado del Imperio romano encargado de velar por la paz y la tranquilidad del pueblo, sobre todo en las provincias romanas de Asia (formalizada a partir del año 133 a.C., cuando el rey de Pérgamo, Átalo III, lega su reino a Roma ante la falta de un sucesor al trono) y de África (que Roma conforma en el año 146 a. C. tras derrotar a Cartago en la Tercera Guerra Púnica y haciendo de Útica su capital), sobre todo en Egipto.
Así, el término irenarquía se refiere a la dignidad o jurisdicción de irenarca.
“Creo que esta es la ocasión en que se ha reunido más talento y conocimiento en la Casa Blanca, exceptuando, quizá, los días en que Thomas Jefferson cenaba solo”
John F. Kennedy, en un banquete oficial ofrecido a cuarenta y nueve Premios Nobel en su residencia oficial el 29 de Abril de 1962.
En estos términos se refirió el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos a su antecesor, el tercero en el cargo, para ensalzar la sabiduría y las enormes cualidades de una figura que no sólo se convertiría en uno de los padres de la primera Constitución moderna, sino que, además, sabía componer música, ponerse al frente de yacimientos arqueológicos y disertar sobre Paleontología, diseñar edificios, como el de la Universidad de Virginia, y teorizar sobre Agronomía. Por si se fuera poco, inventó la silla giratoria y perfeccionó el pantógrafo, un instrumento basado en paralelogramos articulados y que sirve para copiar imágenes a escala, aumentando o disminuyendo su tamaño a voluntad. Por todo ello, Kennedy no exageraba en absoluto cuando afirmó que Jefferson era un polímata. ¿Y qué es un polímata?
Polímata. Del Griego πολυμαθής ‘polimathós’, significa ‘el que sabe muchas cosas’. Un polímata es una persona de enorme erudición, que sabe de todo y en profundidad. Individuo que se ajusta al ideal renacentista del Homo universalis, del hombre instruído y de ilimitada curiosidad, un modelo del que grandes pensadores como Raimundo Lulio (Ramon Llul), Leonardo da Vinci, Isaac Newton y Thomas Jefferson son representantes.
Con motivo del descubrimiento de la Cueva de Altamira hace ya siglo y medio, en la localidad cántabra de Santilla del Mar, la plataforma Google Arts & Culture, en colaboración con el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, se ha descolgado con la publicación de una exposición digital y de un doodle para conmemorar tan importante aniversario.
Si bien sus descubridores, D. Marcelino Sanz de Sautuola y su hija María, ya la conocían desde 1868, no sería hasta 1875 cuando la niña accedió, por vez primera, a la sala que exhibe las magníficas representaciones que todos conocemos, en las que la pequeña creyó ver bueyes, y así se lo hizo saber a su padre.
Sin embargo, el hallazgo de la Capilla Sixtina del Arte Prehistórico, como ha sido denominada desde entonces, se tornó en un calvario para D. Marcelino, quien tuvo que soportar las críticas y el desprecio de una comunidad científica – francesa, especialmente – que, como en otras tantas ocasiones, en absoluto se hallaba preparada para aceptar una revelación tal. El valor de sus pinturas y el trabajo de D. Marcelino no serían reconocidos hasta muchos años después.
Puesto que sólo un reducido número de visitantes al año puede visitar la cavidad original, a fin de evitar su rápido deterioro y garantizar su conservación, para facilitar el acceso masivo del público interesado en conocer esta joya de nuestro patrimonio cultural se construyó la llamada Neocueva, una réplica exacta de la primera. Inagurada en 2001, su contemplación resulta igualmente toda una experiencia, como tuvimos ocasión de comprobar en un viaje por tierras cántabras. Visita que recomendamos encarecidamente a todos aquellos que aún no la conozcan.